sábado, 14 de marzo de 2009

El Abogado del Diablo

La película el Abogado del Diablo se estrenó ya hace más de una década, en 1997 para ser exacta. Honestamente hasta ahora la veo, nunca me había llamado la atención; tal ves porque Keanu Reeves, el protagonista, no es de mis actores favoritos. Me estaba perdiendo de una gran obra del sétimo arte.
El largometraje empieza en un juicio, una menor de edad acusa a su profesor de matemáticas de acoso y abuso sexual. El abogado Kevin Lomax es el defensor del acusado y hasta el momento nunca había perdido un caso lo cuál lo convierte en un abogado estrella en el estado de Florida donde reside.
En ese mismo juicio, Lomax nota que su defendido lo más probable es que sea culpable y empieza a tener un pequeño remordimiento. No obstante en el receso, al hablar con un periodista en el baño de hombres, se da cuenta que no quiere perder el juicio, que si le es posible seguir ganando lo hará. En esta escena deja ver su vanidad, principal detalle que gira en torno a la trama.
Como era de esperarse gana el juicio, a la salida su esposa Mary Ann, interpretada por Charlize Theron, le sugiere ir a tomar y relajarse un poco. Aquí es donde se le presenta la oportunidad de irse a Nueva York. Un tipo llega y le dice que lo quieren para la firma, que le pagarán todo lo que ocupe; una oferta tan tentadora que al principio Lomax no se la creía.
Una vez en Nueva York, se nota un ambiente diferente. Aquí entra el personaje de Al Pacino. John Milton es como el jefe de la firma en cuestión. Quiere defender a sus clientes y ha elegido a Lomax al cual ha observado detenidamente; todo su trabajo y hasta sus defectos y virtudes.
El abogado estrella empieza a ganar los casos con lo que conlleva una intromisión al mundo de la fama donde es seducido por la ambición, el placer carnal especialmente que de todos modos desde el principio se nota con la lujuria que exudaba hasta con su propia esposa que luego se va minimizando.
Su último caso, el caso Cullen, hombre poderoso acusado de asesinato múltiple, es su mayor prueba de ética profesional. Lomax se da cuenta que el acusado es culpable. Aparte su esposa está pasando por una crisis psicológica, Lomax está bajo presión, a pesar que su jefe John lo quiere persuadir, el abogado prefiere su éxito que a su vida familiar.
Lomax se ha vuelto un abogado subjetivo, guiado más por el dinero y la fama que por su ética. Ha dejado sus principios a un lado y los ha cambiado por lo mundano. Al ganar el caso Cullen es cuando se da cuenta que las cosas no andan bien en su entorno. En las últimas escenas, John le confiesa ser el mismo diablo y hasta en una de sus líneas, éste dice que escogió las leyes porque con ellas el ser humano tiene acceso a todo y se puede controlar casi todo.
Obviamente la película es de género de ficción casi terror más bien, por eso no entro en detalles más propiamente religiosos o hasta filosóficos. El hecho es que tal ves los principios si entran en cuestiones de ética y hasta en la objetividad que siempre se pide en todo tipo de carrera profesional. Para ser un buen abogado en este caso, no sólo se ocupan agallas si no también objetividad y mucha ética.
En conclusión, el sólo título de la película puede decir mucho. ¿Ser abogado es venderle literalmente el alma al diablo? ¿O venderse al mejor postor? El mismo protagonista en el final inesperado dice: para eso está el libre albedrío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario